3.


Amistad sexo y amor

Después de la primera versión, busqué nuevos espacios, horas y ejecutantes. Variaciones que me permitieran entender o al menos preguntarme por lo que estaba en juego.

Aunque la incertidumbre ante el  arrojo al el abismo siempre existió, cada terreno era diferente. Cada atmósfera encontraba —suscitaba— a sus propixs sujetxs, y estxs a su vez se involucraban de formas diferentes en la acción propuesta: con cariño, cuidado, picardía, ternura, desprevención, gozo o, incluso, de manera abusiva.











Sin título ()

2013-2015




La última versión de la acción Sin titulo —en la que participamos Lorena Ávila y yo— sucedió a pocas cuadras de la Universidad Javeriana, sobre un andén, en plena vía pública. En una de las versiones de ese día un hombre buscó, abusivamente (ante la evidente negativa de Lorena a abrir su propia boca), meterle la lengua con un beso.

De haber seguido con la acción Sin título, hubiéramos expermentado otras varias situaciones; otras calidades, otras atmósferas,  otros afectos, a otras personas. Hubiéramos podido haber hecho cosas distintas como, por ejemplo, haber establecido un código interno para el cuidado. Porque así como la gente decidió acogernos afectuosamente varias —muchas— veces, el ejercicio también reveló dinámicas violentas de encontrarse.
 


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Hay una canción de bachata dosmilera en la que Romeo Santos dice: “un beso significa amistad, sexo y amor, en cualquier parte del mundo, no importa la religión”. Y por pegajosa que sea la canción, a mí eso como que todavía no me cuadra. No porque no crea que pueda significar eso, sino porque dudo que signifique ‘algo’. Al menos ‘algo’ fijo e invariable en todo momento y circunstancia.

Con las personas desconocidas que se aproximaron en la acción Sin título no tuve más contacto. Jamás podré saber qué les motivó a participar. Cuál fue su lectura, su sensación. Qué vieron ahí y por qué lo hicieron.Y me pregunto para ellxs qué podía significar lo que allí estaba pasando. Qué había en ese gesto. Si algo podía significar.

La gente besa a los santos, a sus imágenes, también a sus muertos. Uno besa a sus objetos preciados, a sus seres amados. Para pedir disculpas, para despedirse y para calmar un dolor. Parece que besamos por todo.






Pero, ¿quiénes somos esos que besamos por todo? No en todo el mundo se besa por lo mismo. No -en- todo el mundo se besa, siquiera. Entre todas las posibles e inimaginables interacciones entre un ser humano y otro -o con otros seres u objetos-, el beso es una ‘unidad’ muy polivalente pero también muy codificada.

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Ahora que veo las varias versiones de la acción Sin título en retrospectiva, puedo ver una serie de invitaciones al encuentro en las que lo importante era lo que aparecía en el camino. Lo importante estaba en las formas —inusitadas— de resolver lo que ahí se estaba planteando. En cómo se resolvía la distancia.

Lo que vino después es, de algún modo, un paso atrás para reformular una inquietud. Un cambio de perspectiva. La búsqueda de una pregunta ligeramente más difusa sobre lo que pasaba entre dos cuerpos en contacto.

Paradójicamente, en la búsqueda de habitar encuentros menos codificados, descubrí que siempre se está condicionado de algún modo, y que en esas condiciones está, precisamente, lo que da lugar a lo expresivo en cada encuentro.